Apple ha vendido más de 2 millones de iPad en sólo dos meses. Por su parte, Microsoft, en colaboración con otras empresas, lleva más de siete años intentando introducir en los hogares los tablet PC sin éxito. Ahora ha llegado el momento de una reflexión por parte de la empresa de Bill Gates. Según su concepto, los tablets se dividen en los tablets «mainstream» y los “premium”. Los primeros son aquellos similares al iPad, que se enfocan básicamente al consumo de contenidos, pesan poco y su precio es relativamente bajo. Los tablets «premium” son los tablet PC de toda la vida (procesador potente, más RAM), pero que ahora vendrán sin teclado físico. El problema parece estar en los tablets mainstream, ya que Windows 7 no funciona del todo bien en ellos y la batería de estos dispositivos se agota demasiado rápido.
Para solucionarlo, Microsoft ha lanzado Windows Embedded Compact 7 (WEC7). Es la versión mejorada de Windows Embedded CE (una versión liviana de Windows, con menos procesos, y que puede correr en un procesador ARM), y que en la nueva versión promete incluir muchas tecnologías de Windows 7 y lograr un mejor rendimiento del sistema operativo en este tipo de ordenadores. Entre otras herramientas, WEC7 ofrece el Media Center de Windows 7, pleno soporte para pantallas multitáctiles, acelerómetro y otros sensores, e incluye todo tipo de códecs multimedia para no tener ningún problema a la hora de reproducir vídeos y sonido. Y, por supuesto, conectividad 3G, Bluetooth y soporte para Open GL ES 2.0.
Pero Microsoft no se olvida de las empresas. Ofrecer integración con Exchange, sincronización de correo, calendario y contactos mediante AirSync, visores de PDF ya instalados por defecto, así como el Microsoft Office de serie. Además, se podrá sincronizar contenido con Windows 7 sin tener que instalar ningún software adicional. En fin, todo lo que un trabajador de oficina medio necesita. Y, como es habitual en esta empresa, los precios serán competitivos: muchos tablets con WEC7 saldrán al mercado por 500 dólares o menos (unos 416 €). Los fabricantes, por su parte, tendrán libertad para diseñar sus propias interfaces.