El popular programa de Microsoft para diseñar y mostrar presentaciones sirve, básicamente, para dos tareas: la primera, martirizar a nuestros contactos a través de un correo electrónico que incluye bromas malísimas, chistes o mensajes reivindicativos o espirituales; y, como segundo uso del Power Point, está el de ayudar a aburridas presentaciones de profesores de universidad o de jefes de empresa. Además, ¿cuánto tiempo se tarda en conectar el portátil al proyector de la sala para que la audiencia vea esa «maravillosa» presentación con terribles dibujos y fotografías que el conferenciante ha creado?
Ante la proliferación de las presentaciones en Power Point, un grupo de ciudadanos ha fundado el primer partido Anti-PowerPoint del mundo. En su web señalan lo que les ha llevado a crear esta original formación política: no quieren prohibir el uso del programa, sino impedir que sea casi obligatorio en empresas y universidades. En otras palabras, que quien decida impartir una conferencia o una clase sin la ayuda del dichoso programa no tenga que dar ninguna explicación al respecto.
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