Steve Ballmer arranca una encarnizada lucha interna por el poder en Microsoft


Es difícil conocer lo que ocurre en el corazón de una empresa, y más si esa empresa es Microsoft. Pero a veces algunas ovejas descarriadas deciden hablar y contar algunos detalles que pondrían la piel de gallina a cualquiera.

Este es el caso de Joachim Kempin, que trabajó en Microsoft desde 1983 hasta 2002. En un reciente libro de memorias revela la terrible sed de poder del jefe de la empresa, Steve Ballmer, y su extraña manera de tomar decisiones y de tener favoritismos con tal de conservar el poder. Un escándalo, vaya.

Kempin arranca fuerte con una frase que ya nos suena familiar. Microsoft ha perdido su poder y para recuperarlo necesitará algo más que suerte:

Para que Microsoft pueda conseguir realmente ser de nuevo parte del juego, se necesita un gran cambio en la gestión. Por mucho que yo respete a Ballmer, él podría ser parte de ese cambio al final.

Kempin ha sido el ex-ejecutivo de más alto rango de microsoft que ha escrito un libro de memorias al respecto. Fue vicepresidente senior y estuvo en estrecho contacto con Bill Gates. De manera que sus palabras tienen cierta credibilidad. En 2002 fue despedido por los problemas antimonopolio que asolaron a la empresa.

Duras críticas contra Ballmer

En su libro, Kempin carga con toda la caballería contra Ballmer. Revela que este despide a ejecutivos con talento por temor a que le arrebaten el poder. Es decir, se deshace de los mejores para poder asegurarse la permanencia. Algo fatal en una empresa que necesita siempre a la gente más preparada.

Como ejemplo, pone a Richard Belluzzo, cuyo ascenso meteórico tras el lanzamiento de la consola de Xbox se vio súbitamente truncado cuando alcanzó el cargo de director de operaciones de Microsoft.

Belluzzo no tenía espacio para respirar. Cuando trabajas directamente con Ballmer y Ballmer sospecha que «tal vez este tipo algún día podría hacerse con mi puesto», Dios mío, tendrás menos aire para respirar, eso es a lo que se reduce.

Y aún ha más casos parecidos, como el de Steven Sinofsky, que abandonó la empresa por problemas con Ballmer.

El libro supone toda una bomba de relojería para el corazón de Microsoft. No sólo carga contra personas en concreto sino que explica los fracasos tecnológicos de la empresa en la última década (no haber visto el nuevo mercado de los tablets a tiempo, la telefonía móvil y el social media, etc). Acabamos con unas durísimas palabras:

¿Es un gran CEO? Yo no lo creo. En la directiva de Microsoft es un cero a la izquierda, lo ha sido siempre. Contratan a personas para ayudarles a administrar la empresa, pero no para dirigir la compañía. Ese es el problema. Microsoft Necesita a alguien tal vez de 35-40 años de edad, una persona más joven que entienda la generación de Facebook y esta comunidad móvil.

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