Ésa es, al menos, la opinión de Julian Assange, fundador de WikiLeaks. Mientras espera su extradicción a Suecia, donde se le juzgará por supuestos delitos sexuales, concedió una entrevista a un periódico ruso en la que expuso su opinión sobre las redes sociales y otros temas. Y, como es habitual en él, sin pelos en la lengua.
En realidad, la entrevista estaba enfocada a la situación en el mundo árabe y a su visión sobre las revueltas en países como Siria, Egipto o Libia. Pero se habló de la función de las redes sociales como nuevo medio de propaganda e información en las revoluciones. La sorpresa llegó cuando Assange las criticó duramente, no sólo a Facebook, sino a empresas como Yahoo o Google.
En su opinión, lo que se conoce como web social o web 2.0 funciona con la ayuda de enormes bases de datos. Y ahí está el peligro. Son bases de datos que relacionan muchos aspectos privados de los usuarios, como pueden ser amistades, relaciones de trabajo, lugares que se han visitado, direcciones postales, tanto particulares como de trabajo, gustos, todo ello gestionado por empresas de Estados Unidos. El fundador de Wikileaks se pregunta: ¿cómo saber que todos estos datos no están o estarán en poder de los servicios de espionaje de Estados Unidos, ya sea con la connivencia de las empresas o ya sea sin su permiso?
Parte de razón no le falta, ya que todos esos datos (y muchos otros de empresas que no necesariamente son estadounidenses) se guardan en servidores que se encuentran físicamente en aquel país. Y ya se sabe cómo se las gastan con la excusa de la seguridad nacional.
Según Assange, se está creando en Estados Unidos una interfaz para obtener una citación o un requerimiento judicial de modo que sea más barato manejar los archivos personales. En otras palabras, se ha automatizado el proceso para acceder a los datos de los usuarios. ¿Quién controla ese proceso? Para el famoso periodista, ofrecer los datos en las redes sociales es lo mismo que completar un expediente para los servicios de inteligencia de Estados Unidos. Es ahorrarles el trabajo sucio a los espías. ¿Paranoia o realidad?