Ya sabíamos que los ochenta estaban de moda. Pero nadie sospechaba que hasta tal punto. Y es que una familia canadiense ha decidido vivir con los dispositivos electrónicos que existían en los ochenta. En concreto, como si vivieran en 1986, año en el que se estrenaron, por ejemplo, Top Gun, Blue Velvet o Hannah y sus hermanas, año en el que nacieron Lana del Rey o Lindsay Lohan, cuando Bon Jovi y Europe estaban en todo su apogeo.
Blair McMillan, su novia de 27 años y sus hijos de cinco y dos años, que viven en la localidad de Guelph, Ontario, escuchan música en casetes en vez de CD o archivos mp3. Y, por supuesto, no tienen ni teléfonos móviles ni internet. Por lo demás, llevan una vida «normal» del siglo XXI.
Pero, ¿por qué tal extremo de compromiso con los ochenta? ¿Tan fuerte es el revival de aquella década? Todo empezó cuando uno de los hijos de la familia de Blair se negó a salir a jugar al jardín, pues prefería jugar a la consola dentro de casa. De momento, llevan cinco meses con el experimento educativo. Su objetivo es llegar hasta abril de 2014, con lo que cumplirían un año entero viviendo en estas condiciones ochenteras.
También los invitados
Incluso los invitados tienen que retroceder en el tiempo si visitan la casa de los Blair, que les confiscan los móviles y otros dispositivos modernos mientras estén de visita.
No hay duda de que han ganado tranquilidad tecnológica. Muchos los mirarán como bichos raros. Pero todo sea por la educación de sus hijos. Aunque, al ritmo al que evolucionan las tecnologías, estos pocos meses pueden ser un mundo para ellos cuando se reincorporen a la normalidad.
Si eligieron ese año en concreto fue porque es cuando nacieron ellos. La familia ha eliminado toda la tecnología siglo XXI de la casa, a excepción del coche, que es de 2010. Muchos amigos les han apoyado donándoles cintas de casete y películas en VHS. Vivir como en el siglo XX no significa no poder escuchar música o ver películas.
Y ya han encontrado algunos beneficios del experimento: sienten menos zumbidos de pantallas a su alrededor, Morgan lee más libros y pasan más tiempo hablando. No es la primera familia que se harta de la saturación tecnológica de la actualidad.