Las cámaras réflex supusieron una verdadera revolución para la fotografía, sobre todo, porque cualquier persona podía aprender a hacer buenas fotos, ya que se veía directa y exactamente la imagen que se estaba fotografiando. La revolucionaria idea era el visor, que no tenía error de paralaje (la imagen que se veía era la que luego salía en la fotografía).
La luz entraba en la cámara y era reflejada por un espejo (de ahí el nombre) y por eso se conseguía saber qué se iba a fotografiar. Era, en definitiva, una opción barata y, sobre todo, cómoda para los aficionados (y para los profesionales que querían llevarse la cámara a todas partes y fotografiar sin pensárselo mucho; los fotoperiodistas fueron especialmente beneficiados por la nueva cámara).
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